Las olas se van llevando las huellas. Cogidos de la mano,
ahora caminan por la orilla remojándose los pies. Siguen, muy despacio,
adentrándose en el mar. Vivian una inquietante incertidumbre sobre el destino
final de sus amores.
El amor no viene y se va por sí mismo, solo va adonde le
llaman.
Nubes umbrosas. Del amor vivido por ellos, solo se
salvará lo que se puede salvar. Ella, vuelve a su ciudad. Él, a la montaña, sin
mirar atrás. Prodigiosa libertad, piensan.
Desde el último mes, ¡aquellos silencios!
La tristeza se asoma en la ventana de sus ojos. ¿Dónde
colgarán ahora sus recuerdos? ¡Qué importa! Son pedazos de ruinas. Todos los
momentos ahora son amaneceres sin luz. Todo,
fue una dolorosa mentira.
El cielo brilla sobre un porche de nubes. Se acabó el
zumbido de la ciudad. Distancia suficiente para no poder regresar. El mar los
acuna y traspasan la invisible frontera entre los dos mundos.
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