18 marzo 2013

OTRO SUEÑO EXTRAÑO

 

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Aquella noche me desperté en un barranco. Las estrellas abrían la oscuridad. Mis pies eran raíces ocres. No entendía nada. Me convertía en un árbol. Las ramas brotaban de mis dedos. El color de mi pecho era de nenúfar. La brisa tropezaba en mi rostro lleno de palabras. Una lluvia desnuda me envolvía. Un pajarillo me dijo:

-¿Te despiertas? Tu nombre se está escribiendo en todas las piedras del rio. ¡Despierta!

La luna, la Vieja Luna, me recogió en su blancura. Era la primera luna del año.

Me hablaba al oído:

-A veces el silencio cicatriza las heridas de las palabras que como espinas se clavaron en tu corazón durante la despedida. Adiós sin misericordia, del último verano. Aquel amor era como el rescoldo de la leña de olmo, no hacía llamas visibles. Sus labios rojos como bayas de fresno y sus pensamientos desnudos de amaneceres, no conocían primaveras, ni lágrimas, solo infimitos con tatuajes absurdos.

Mientras: Un rumor de hojas amarillas deposita sobre un lago azul, canciones que arrebatan de un viento triste impregnando el ambiente con un olor a violetas.

Y… siguió musitando:

-Es el día en que sepas que, ella ha huido lejos, más allá de las estrellas, convertida en alondra.

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