12 marzo 2006

CUANDO EL VIENTO SOPLA DEL SUR


Habitantes de al-Andalus ¡de cuántos dones disfrutáis! Agua, sombra, ríos y arboledas. El paraíso eterno está en vuestras moradas, y si me dieran a elegir, yo las escogería. No temáis al infierno: Quien ha vivido en el Edén no puede entrar en el averno. -Ibn Jafaya de Alcira-
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Los cerezos arrojan colores borrosos de tanta noche, al estanque que refleja la última luna.
Bajo los sauces que acarician con sus lánguidas ramas, la fuente cubierta de margaritas, gotas de rocío guardan la vorágine del crepúsculo.
Hace ya tiempo que la luna se escondió entre unas frágiles nubes.
El poeta venido de los “tugur”, formando parte del séquito del sultán, Muhammad ibn Hasin al-Tuyibi, canta a la esclava que llora por las esquinas de los torreones que sostienen el alba. Son lágrimas jade de alegría. Por fin, el viento del norte le ha traído a su “aadib al-hobb”, y ahora vive en el corazón de Al-láh.
Un búho cruza ciego de luz, y se detiene en medio del jardín, susurrando canciones de libertad. Mientras, yo, Ibn Athas’ud, en este tiempo que aparecen los frutos de los albaricoques y los cerezos, susurro una oración de gratitud, por estar junto a ella, apoyadas nuestras cabezas en la misma “uisáda”.
Ella es una leyenda, es mentira, pero me da vida. Es un amor secreto.
ATHO

tugur = tierras fronterizas.
aadib al-hobb = dulce amor.
uisada = almohada.

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