12 febrero 2009

EN EL MUNDO DE LOS SUEÑOS FLORECEN CEREZOS


Tenía una ambarina mirada libre de sucios pensamientos. El gesto en los labios, grandes, accesibles, dejaban ver unos dientes perfectos e iluminados de irisadas tonalidades y alegría, cuando reía a carcajadas, muchos sonidos se dispersaban, melódicos y perezosos.
Sus lánguidos ojos estrellados de lágrimas, contemplaban la playa donde las nereidas jugaban con las olas. Voluptuosa atracción. Ebria de promesas dejadas en el olvido, acudían a su mente.
“Estas lejos de mí, umbral sin puertas al mañana. Eres trazos escritos en nido de arena; añoranzas, amargas y frágiles como la mirra. El sosiego de tus poemas que recuerdo con fervor, es como el vierto de tus besos sobre las hojas de mi juventud, que hace brotar por doquier reflejos de tus caricias sobre mi cuerpo convulso. Pero… tu rostro se esconde entre mirtos de bayas negras. Sí… lejos estás de mi.”

En el mundo de los sueños florecen los cerezos. Las horas resbalan donde las estrellas de nieve, belleza nocturna, acuden sobre el cielo de París. La noche se abre para dejar paso a una granada entre las sombras huecas que cobijan secretos inconfesables de amor.
La calma viene de los recuerdos, seductores y dulces, que acuden en tropel a su mente. Detrás de la niebla, donde los pinos lloran, nudos de cerezas golpean los cristales de la ventana de sus pensamientos, que toman forma de nube
Se diría que su sonrisa acoge nuevas caricias y deseos inconfesables tras este juego cruel de estar separados, lejos, ella en las islas del mar Egeo, él en París.
“Viento enloquecido, no arrastres los racimos de mis ilusiones, sería el fin de este amor tan hermoso”.
ATHO

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