Había un
bosque y un sol en el ocaso que acogía la tristeza de las últimas sombras.
Descansaba ella feliz entre los cristales de luz. Contenta de la aceptación de sus
cuerpos sobre la yerba del bosque. Había desbordado la última fantasía del
forastero.
-¿Puedes
asegurarme que antes de llegar el nuevo día no me abandonarás?
-Estos
momentos que he pasado a tu lado, han sido los más apasionados, jamás imaginados.
¡Ven conmigo!
-¿No
quieres saber quién soy?
-No.
-¡Ah!-dijo
ella-; tienes miedo a perderme. Soy tu fantasía.
-Sí.
No quiso seguirlo El momento de la despedida fue una melodía, un profundo suspiro
dulce, un temblor de amante recorrió sus cuerpos con el último beso.
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