03 febrero 2007

LA DESDICHA SEGURA

Amamos fuera de la vida real. Tratamos de recoger perfumes del valle alejando la horca femera.
Aquella tarde, la soledad de la cala, indiferente a nuestros abismos, contemplaba nuestros cuerpos. Caricias tiernas de un amor en agraz, lumbre de una hoguera que rechazaba sombras y arropaba un insulso silencio.
Surcos impuros de las sonrisas, recordaban las líneas ásperas que dejaron las mentiras que nos dijimos.
Como susurros de hechiceros, se desvanecieron agónicos, aquellos amores fingidos.
Deshojábamos futuros, con nada. Fuimos raíces hundidas en un amor adocenado, tan apretado, y tan aburrido, como el más cobarde de los anónimos.
¿Dónde posó su sombra el ruido esperanzador?
¡Aquella noche perdí la audacia! A veces, los horizontes cristalinos me desbordan; protegen lo que adoro, y yo, impasible.
Ese amor herrumbroso hubiera sido bruñido y estable, en el secreto. No hay círculo. Solo eternidad negativa. Y muero derramado.

Ni andrajos ni ángeles; desconfío y creo;
huyo allí donde dudan las veredas milenarias.

Me descalzo tranquilo de mis sandalias ociosas.

En estos escritos inestables, infecundos,
brilla una realidad extraña.

Camino adelante aún cuando me ciega el polvo del lenguaje.

ATHO

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