29 abril 2011

TANGO



Cuando la noche alcanzó la ciudad, y el silencio se apoderó de sus calles, un recuerdo lamía locamente su pensamiento. Mientras, acodado en la barra del bar, bebía sin parar copas de licor escuchando la letra de un tango, que emergía de una vieja gramola.

…Yo la quise muchachos y la quiero…

Antes de separarnos vimos como se transformaban en azul las gaviotas al volar.

…y jamás yo la podré olvidar…

En el lago de magnolias saboreamos el alcohol de aquel amor de esquina.

…Yo me emborracho por ella…

En su luminosa boca entreabierta ardía la llama del deseo mientras mordía sus labios llenos de arco-iris.

…y ella quién sabe que hará..

¿Escuchará como las olas golpean el horizonte en espera del crepúsculo que siempre se refleja en sus ojos de gacela herida?

…echen mozos más champán…

Que estos amores rebeldes, errantes y prohibidos, viven sin sentido.

…que todo mi dolor…

Es un árbol que grita una pasión incontrolada con destellos de caricias insaciables que se retuercen en mi alma.

…bebiendo lo he de ahogar.

Su cabeza cayó pesadamente sobre el mostrador derramando la copa de licor. En sus labios apareció la mueca de una sonrisa estúpida.
Nadie se dio cuenta. Las letras del tango siguieron llenando de nostalgia el ambiente del bar.

José Álvarez -ATHO

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