20 enero 2012

AQUEL PUEBLO DEL VALLE D'AFUEBA





Es el cementerio de mi pueblo. Crisantemos y tristeza abundan sobre las tumbas de tierra y nichos. Está amaneciendo.
Las flores que adornan las sepulturas son numerosas, tantas, como caricias y besos dejamos de dar a muchos familiares y amigos cuando estaban entre nosotros.
La senda que va del pueblo al camposanto da vueltas a la cruz de cemento que se levanta a pocos metros de la fachada. Las mariposas azules presagian buenos augurios.
Nunca he creído en su simbolismo… hoy he visto una, y he recibido noticias, buenas noticias. El vuelo de las azules, van desde la cruz hasta las flores que adornan las tumbas, pasando por la verja de la puerta. Las de otros colores olvidaron el recorrido.
Una plaza de toros con carros agrícolas se ha montado en la plaza mayor. Gran cantidad de personas subidas a ellos. Son las fiestas patronales. Un hermoso toro tordo sale furioso de una caja de camión en el cual ha sido transportado. Rugen los espectadores. La fiesta estalla, hermosa y española.
No se… estoy enterrando los mosquitos de mi tristeza. Parece ser que me estoy dirigiendo hacia un destino feliz. O, ¿tal vez? el destino es atractivo, lúcido, y extraordinario porque ahora amo de verdad?
Beth, te dejé porque descubrí que tu mirada estaba vacía… algo pasaba. ¡Ay!… si hubiera podido hacer un nudo celta con tus besos…
Un paisaje boscoso rodea las casas. Piedras musgosas acariciadas por un pequeño río indolente.
Este musgo profundo, en este valle, me recuerda que es cierto. Al otro lado, hay un mundo de hadas, de dioses y de héroes.
Escribo ahora apoyado sobre estas piedras monacales venidas de los más ignoto por el camino que abrieron las oraciones de los monjes de probada fe, con palabras silenciosas que volaron hacia… pero, no consiguieron que se convirtiera el monasterio, tras su abandono, en un montón de ruinas. Ahora mi alma es una huella sobre al agua, un sueño que se consume. Solo quiero pensar, escribir… ¡no!... no sé describir tanta paz. ¡Cómo agitan sus ramas los abetos! Y, no es de la brisa… estos árboles están escribiendo en el libro de los siglos, la historia del monasterio. Estoy seguro que en el próximo solsticio, sobre el dolmen de Tella, bañado por las primeras luces que se hundirán más y más en mi pecho, me transformaré en habitante de un mundo poblado de seres soñados.
La cadiera, con más de un siglo de existencia, marca el territorio del lar, sobre ella, se van reflejando las llamas del fuego que parece danzar al compás de la melodía “Forever loving” que suena en el interior de la cabaña.
Recuerdo cuando fui tirando trozos del viejo amor para huir con el nuevo. Éste, tiene ojos oscuros, más sexual, más misteriosa, más trasgresora… con ésta soy capaz de hazañas imposibles. Corremos, sobre el bien y el mal, pálidos de locura, sin contaminarnos, y como Eufemo, veloces sobre las olas, sin mojarnos.
Eloísa y yo, escuchábamos con poderosa fascinación las notas de “Noches de blanco satén”, abrazados delante del hogar. Nuestras sombras parpadeaban sobre el suelo de la cabaña, muy juntas, como una sola.
Antes de separarnos, quisimos ver como se transforma en azul los pájaros al volar. Abrazado a su cuerpo que desprendía olor a cerezas, posé mi rostro sobre su vientre que temblaba como las flores en los prados. Escuchamos como los abetos golpeaban el horizonte, y como la tarde empujaba para dar paso al crepúsculo, que, lleno de magia, deseaba mirarse en sus ojos de gacela.
Tumbados en el prado, recibimos un baño de luna joven. Y nuestras manos se apoderaron de sus misterios. Abrimos nuestros cuerpos de par en par para recibir nuestras caricias como burbujas de colores, como sortijas de un amor que brilla en un paraíso imposible. Nos perdimos en la orilla de una eternidad que no nos pertenece.
Al amanecer salimos cogidos de la mano. Ella, acariciada por el viento suave, se alejó de mí hasta confundirse entre la lejanía del valle.
Somos dos grandes árboles que gritan. Cuando no nos acaricie el viento, seremos astillas en brasa, que daremos vida a un fuego eterno.
JOSÉ ÁLVAREZ ARNAL “Atho”

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