El sol de noviembre, entra por la ventana, huye del aire frío tras acariciar las aguas del rio, del rio Vero que quiere llegar a unirse al Cinca, y, juntos dormir en el mar antes de que termine Escorpio. El balanceo de las copas de los árboles y el deslizar de las aguas dando saltos sobre las piedras que las hacen brillar, dan la sensación de que el paisaje se mueve con alegría.
Su mirada, desierta de cariño, era implacable, borraba toda intención de hacer el amor. Comprendió lo que estaba pasando: No le amaba.
Y le dijo:
-Alma de silencio, por qué no me quieres.
-No puedo. Soy el sueño de otro. No quiero enojarte. Adiós.
Era demasiado pronto para llorar.
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