
Jorba, ha muerto. A él no lo han tirado al barranco como al verraco, pero, a gusto lo hubieran hecho. Había sido un mal hombre. Silvia, estaba enamorada, había concebido siete hijos varones. Él maltrataba a ella y a sus hijos. Ayer no pudo resistir la borrachera, y tras un delirio epiléptico, tropezó con la guadaña colgada en el muro del patio, y allí, se ha clavado su corazón.
Nadie quiso saber si fue un accidente. El día del entierro, dicen los del lugar, que vieron sonreír a su mujer y a sus hijos.
El viento sur que viene del somontano se ocultaba entre el bosque de abetos como el avefría oculta sus huevos.
ATHO
1 comentario:
Eres un genio, me encantan tus relatos. Escríbeme, tengo una proposición interesante.
joanapol@ono.com
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