Nos engañan.
Adán no se tapó los genitales con una hoja de higuera,
fue con la manzana mordida de Eva.
El baile de máscaras, estalla en las calles de
Venecia, inundadas de color.
Sobre la concha que nació Venus, ahora, están dos
monjas trinitarias rezando avemarías.
La noche azul de Arles sujeta las estrellas para que
no caigan sobre la terraza del café de la Place du Forum, las oraciones de los
desesperados.
Una prostituta recién llegada a París, en la esquina
cercana, estrecha contra sus pechos desnudos, un periquito rojo que, le cuenta
al oído, la historia de la Rendición de Breda. Ella no cree, que el número de
lanzas sea igual número de hombres que han compartido su cama durante el mes
pasado. Piensa, que el pájaro de su chulo, le engaña con otra. Hace noches que
la cama está vacía.
La torre catedralicia no da las horas, no quiere
despertar a la niña que duerme sobre un lecho de hojas violetas. Su madre está
vendiendo trozos de periódico en los semáforos del barrio.
Mis amigos y yo, jugamos a los naipes en la taberna
del puerto. Estamos haciendo tiempo a que llegue Caronte. Los hijos, nos
preparan el óbolo para el barquero, y las hijas, flores para la tumba.
Unos músicos callejeros y el viento, rompen el
silencio. El pétreo paisaje urbano oculta la luna.
El reloj gigante, que
marca la Ultima Hora, ha enmudecido, ha soltado sus números ferrosos sobre el
pavimento, espantando a las palomas de plumas rojas y blancas, que vuelan sin
parar, formando círculos en torno a la serpiente dorada de la veleta, que gira,
gira, y gira.
Y las saetas van locas, salen lanzadas, y al caer, se
han clavado en mi pensamiento.
EPITAFIO:
Se fue sin ruido, como globo que arrastra el viento. Como la Barca.
En las montañas más altas, entre la luna y el sol, veo subir por una escalera esmeralda que cuelga del cielo, unos pensamientos
secretos. Llevan bajo el brazo, cráneos
fosilizados sonrientes, hartos de ver en todo el mundo, hombrees y mujeres
solitarios.
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